Hay cierta modestia en Claire Cruikshank cuando dice que no la movilizan ambiciones personales.

“No me dije que quiero ser entrenadora de este equipo nacional," le dijo a World Rugby.

Puede que Cruikshank no esté trabajando con un plan predeterminado respecto a su carrera, aunque si tiene aspiraciones en el rugby.

Eso queda claro con lo que ha hecho como Director de Rendimiento de Rugby Femenino en la University of Edinburgh, y recientemente, como entrenadora del equipo femenino de Suecia.

En la Universidad, donde comenzó como voluntaria en forma temporal en 2011, ha crecido a ser un trabajo a tiempo completo, llevando adelante uno de los programas femeninos más exitosos de Gran Bretaña.

Cruikshank llevó a Edinburgh al título del British Universities and Colleges Sport (BUCS) Championship, cuya final fue en Twickenham en 2017. Previo a la pandemia del COVID-19, su equipo estaba camino a repetir el logro.

“Quiero ser la mejor entrenadora posible," agregó Cruikshank. "Busco que las jugadoras quieran jugar para mí."

Desarrollando el rugby sueco

Bajó la conducción de la escocesa, Suecia ganó y perdió sus dos partidos en el 2019-20 Rugby Europe Women’s Trophy. Ella quiere en el futuro "ganar."

“Quiero que subamos de categoría y empezar a levantar el rugby sueco."

“La visión a largo plazo, y el sueño, es clasificar a Rugby World Cup; de donde estamos hoy, es un largo camino."

 "Si no tienes sueños y objetivos, no es sencillo hacer que los jugadores trabajen duro, juntar dinero para viajar a los torneos. Creo que es algo realista."

Tras una visita a Suecia para un campo de entrenamiento, Cruikshank aplicó para conseguir el cargo de entrenadora nacional el año pasado, luego de que una de sus asistentes en Edimburgo había tenido que abandonar el cargo a último momento.

Es un puesto voluntario, aunque la ex jugadora de 42 años pudo convencer a una vieja amiga de acompañarla en el desafío.

Tamara Taylor conoció a Cruikshank cuando estudiaba en la Universidad de Newcastle y la escocesa estaba en la misma ciudad en la Northumbria University.

Taylor, la segunda jugadora inglesa con más caps, aceptó acompañar a Cruikshank a Suecia en una charla, aportando su enorme experiencia.

“Si no podemos ayudar a Suecia, entonces será algo que hayamos hecho mal con Tamara," admite Cruikshank.

“Espero poder ayudar en el desarrollo del rugby sueco. Tenerla a Tamara es fantástico."

'Tienen que hacer sacrificios'

Las dos han tenido obstáculos desde que están en el cargo, sobre todo el tamaño del plantel y la logística alrededor de juntar 28 jugadoras amateurs en un campo de entrenamiento."

“Suecia es un país grande, algo que no había entendido hasta que viajé allí. Es más rápido volver a Escocia que conseguir que algunas chicas crucen toda Suecia para llegar a una práctica," explicó Cruikshank.

"Hay que crear algo que haga que las jugadoras quieran participar. Si no lo disfrutan, no encontrarán el tiempo ni pagarán por participar."

“Entonces, tiene que ser divertido. Tiene que ser un desafío. Tienen que querer sacrificarse."

El trabajo de Cruikshank en Edimburgo es prueba de que puede ser exitosa en su programa.

Estando lesionada, comenzó a ayudar a su club, Murrayfield Wanderers, quedó encantada con ser entrenadora. Esa lesión terminaría acabando su campaña en RWC 2006 y su carrera internacional.

En la previa del año académico 2011-12, el equipo de University of Edinburgh Ladies se quedó sin coach y Cruikshank aceptó sumarse "por el primer semestre."

Nueve años más tarde, Cruikshank sigue feliz en el cargo. Su única frustración es que en la temporada 2019-20 no podrán jugar en la final del BUCS Championship en el Ricoh Arena, cancelada debido a la pandemia del COVID-19.

“Es una lastima por tres razones. Primero, el tiempo y esfuerzo de las jugadoras en los últimos nueve meses," comenzó.

“Luego, jugamos nuestro mejor rugby en las semifinales y teníamos cinco semanas para mejorar para la final."

“Estábamos bien, preparadas para desarrollar algunas cosas ya planificadas. Creemos que hubiéramos mostrado una gran diferencia."

“Pero probablemente lo más duro es para esa chicas que se graduaban. Esas jugadoras nunca podrán jugar su último partido universitario.

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