Bianca Silva sabía hace tiempo lo que quería conseguir, pero no fue hasta noviembre del año pasado que se sentó y puso sobre papel su compromiso y mayor ambición.

En ese “pedazo pequeño de papel” escribió que quería que se la reconozca como la mejor jugadora de Brasil.

Silva debió esperar unas semanas hasta que el Comité Olímpico Brasilero la reconociera como la Mejor Jugadora del Año, llevando a la realidad su sueño. En abril de este año, la Confederação Brasileira de Rugby la reconoció como Mejor Jugadora de Seven del Año.

A pesar de un fin de semana destacado en Rugby World Cup Sevens 2018 en San Francisco, la veloz wing no esperaba que se la reconociera tan rápido.

“Cuando supe la noticia, dije: ‘¡Oh, Dios! ¡Lo conseguí!,” dice Silva.

“El 2018 fue particularmente especial ya que fue el año en que pude jugar con regularidad y la Copa del Mundo y el resto de lo que hicimos permitió que Brasil le muestre al mundo de lo que es capaz en un campo de juego.”

“Que haya pasado todo en el mismo año fue muy especial para mí.”

Silva apoyó cinco tries – tan solo cuatro jugadoras consiguieron más – para ser la jugadora destacada de de Brasil en un torneo en que el equipo sudamericano terminó en el puesto 13 en San Francisco.

El potencial de la jugadora de 20 años quedó claro al apoyar uno de los dos tries de su país en la derrota en el primer partido ante Canadá en el AT&T Park.

Recibió el balón en sus propias 22 y con un exquisito amague se sacó de encima a dos defensoras canadienses en su carrera al ingoal; en el camino eludió la cobertura de Ghislaine Landry y con eso se le abrió el camino al try que apoyó bajo los postes. Todo en tan solo 13 segundos.

Ese try representa todo lo que le gusta a Silva, quien descubrió el rugby a los once años, viviendo en la favela de Paraisópolis, en San Pablo.

“Lo primero que me atrajo al rugby fue la posibilidad de estar haciendo algo que me permitiera mostrar mi velocidad. Amo la sensación de jugar de wing, tener el balón y no dejar que me atrapen.”
Silva se sumó a Rugby Para Todos mientras esperaba que la admitiesen en un colegia tras regresar con su familia de vivir en la campiña e instalarse en la ciudad más poblada de Brasil.

Tras unos días de “juegos y diversión” relacionados al rugby, estuvo en contacto con el balón oval por primera vez y al comenzar a aprender más, “me enamoré del deporte.”

Sus comienzos en el rugby fueron aún más especiales gracias al trabajo de su primera entrenadora, Marcia Muller, la ex internacional que también es una de las creadoras del proyecto social.

“Desde ese entonces no deje nunca de jugar,” admite.

Si bien Silva quiere destacar que su vida como niña en Paraisópolis no fue violenta, si admite que fue dura y que el dinero faltaba.

Siempre hubo comida sobre la mesa, uniformes y útiles escolares para Silva y sus dos hermanas, aunque solamente lo “muy, muy, muy básico.” El presupuesto de su familia no permitía muñecas ni juguetes, y la madre de Silva la autorizó a jugar rugby solo sí ella lavaba su propia ropa.

Eventualmente, Silva comenzó a jugar para las Leonas de Paraisópolis, el club de las graduadas del proyecto Rugby Para Todos, equipo que aún hoy representa, aun cuando su familia tenía ciertas dudas.

“Hasta que comencé a jugar rugby, nunca dormí fuera de mi casa, ni viajé a participar de ningún torneo. Todo lo que fue generando el rugby fue algo a lo que ni yo ni mi familia estábamos acostumbrados; ellos siempre se preocuparon por saber dónde y con quien iba, cuando volvía, que iba a estar haciendo y quien financiaba lo que hacía.”

“Cuando no le hacía caso a mi madre en casa, me retaba y me dejaba sin viajar con el equipo, por lo que frecuentemente estaba con los varones en vez de las niñas cuando viajaban.”

Jugando para el equipo masculino M15 de Paraisópolis siendo bastante más niña le permitió moldear la jugadora que luego fue. “Se sentían más desafiados porque era mujer,” explica.

“Entonces, no me dejaban que los pasara o eludiera. Eso me dio la medida de con quién podía competir, en cuanto a ‘este lo puedo pasar, lo voy a hacer.’ Miraba al frente y corría y corría.”

“En ese sentido, me sirvió tener esa competencia extra con los varones que no querían que una chica los superara. Luego, cuando empecé a jugar con las chicas, ya tenía la mentalidad de ponerme una meta, y mirar al frente y correr y correr.”

Esa mentalidad le permitió a Silva ser la Jugadora Brasilera del Año con 20 años, aunque sigue teniendo muchas ambiciones.

La wing dice que la motiva el desafío de “mostrar que las mujeres pueden jugar al rugby y hacerlo bien.” Idealmente, le gustaría hacer eso en los Juegos Olímpicos de Tokio 2020.

Silva fue considerada muy joven por el entonces entrenador nacional Chris Neill para integrar el plantel que jugó en Río 2016; le dijo que apuntara al 2020; habiendo jugando en San Francisco, está determinada a no quedarse nuevamente afuera del equipo.

La campaña clasificatoria de Brasil será en Lima, Perú, en junio, y aunque no participó cuando se jugó en casa, Silva fue testigo del impacto positivo en el rugby de Brasil al ser parte de los Juegos.

“El Rugby solía ser un deporte de nicho en Brasil; los Juegos Olímpicos remarcaron su importancia, mostrando lo grande que es,” dice. “Aún para gente que ya conocía el rugby, le dio una sensación de importancia, de grandiosidad que no tenía antes, cuando era un divertimento para disfrutar con amigas.”

Silva no es alguien que le presta atención a las barreras – “No me importan las dificultades, lo voy a hacer igual” – pero está determinada a derriba una que ve en Brasil.

“Todavía hay una percepción muy sexist de que solo los varones pueden y saben cómo jugar al rugby; hay que romper ese estereotipo,” dice.

“Cuanto más se hable de lo que las mujeres no deberían hacer, o no saben hacer, más ganas me dan de hacerlo y ser exitosa.”