El logro más importante de Maëlle Filopon en el rugby de adultos, al momento, siempre le traera recuerdos agridulces.

Primero fue la felicidad de pisar hacia dentro y sacarse las marcas de Kendra Cocksedge y Stacey Waaka antes de superar en velocidad a Ayesha Leti-I’iga para apoyar un gran try para Francia frenta a las campeonas del mundo, Nueva Zelanda, en noviembre.

Francia terminó asegurando una victoria por 30 a 27, la primera de la historia, frente a las visitantes Black Ferns en un Stade des Alpes repleto. Fue la última acción de Filopon.

La joven centro del Stade Toulousain había estado imparable en los primeros 27 minutos, pero cuando quizo volver a pararse, notó que algo no estaba bien.

Intentando frenarla, Leti-l’iga y Waaka, sin intención, se combinaron para lesionar el ligamento cruzado posterior de Filopon.

“Se rompió,” dice. “Jugar en casa frente a las Black Ferns era un sueño y esto pasó en una décima de segundo.”

“Te sientes bien y de repente estás en el suelo y no te puedes parar y caminar; te rompe el corazón.”

Su angustia al comenzar el largo camino de la recuperación se incrementó por ser la segunda vez que sufría la misma lesión; dos años antes, se había lastimado su otra rodilla.

Habiendo logrado ingresar al equipo como centro durante la campaña de noviembre para lesionarse, podría haber sentido realmente mal. Pero la joven de 21 años ha podido usar su adversidad anterior como experiencia.

“La primera lesión fue más dura; ahora tengo la experiencia de haber estado lastimada y de haberme recuperado,” dice.

“Puedo aceptar mejor lo que me pasa, apoyando al equipo desde la televisión.”

No solo fueron lesiones lo que Filopon debió superar para poder jugar ese encuentro ante las Black Ferns en el Stade des Alpes el año pasado.

Conoció el rugby a través de su familia adoptiva, fanática de este deporte, a los seis años. No obstante, su participación inicial duró sólo un año debido al temor de que podrá lastimarse seriamente el rostro.

“Mi madre adoptiva pensaba que podría romperme la nariz,” explica Filopon. “Por ella es que abandoné.”

En cambio, Filopon se acerco al judo, donde sobresalió, aunque el deseo de regresar al rugby nunca la abandonó.

Lo que la atraía eran “los valores, el respeto y el ser parte de un equipo,” que ofrecía un deporte de conjunto. Constantemente, se encontraba deseando estar jugando rugby con sus amigas.

“Mi mejor amiga jugaba rugby,” dice. “No quería seguir con el judo así que ella me alentó a volviera al rugby.”

“Tuvimos que trabajar mucho para convencer a mi familia adoptiva hasta que finalmente aceptaron y me dejaron jugar.”

Filipon cumplió su deseo a las 12, estando “un poco asustada de tacklear” cuando regresó al rugby. Pudo utilizar lo aprendido en el judo para conseguir no golpearse al caer al suelo.

El tackle no fue el único ajusto que debió hacer. Filipon sufre una enfermedad hereditaria por la que tiene reducida su capacidad para oír con complicaciones para descifrar tonos altos y bajos.

Este fue claramente un obstáculo para que pudiera seguir disfrutando el juego.

“Una vez hice un tackle a un rival y fui penalizada, lo que hizo que la gente se enoje,” admite. “Pero fue porque no escuché el silbato.”

Inicialmente, la capitana de Filopon le informaba a los referís de su condición para que estuvieran atentos, pero ahora ella usa señales visuales para equipara su falta de audición.

“Había que acostumbrase,” explica Filopon. “Pude desarrollar una mayor inteligencia visual, mayor que la auditiva, por lo que puedo ver cuando alguien se frena.

“Entiendo mejor los movimientos, y ahora es más sencillo. Al principio fue duro.”

Filipon se adaptó rápidamente y llegó a la final del campeonato nacional escolar en Francia con sus compañeras de clase, el otro gran logro de su carrera junto a su test contra las Black Ferns.

“Fue tras tres años de arduo trabajo con verdaderas amigas y familia. Fue un verdadero logro para todas.”

Jugando de centro, Filipon está en el comienzo de lo que espera sea una larga carrera internacional con Francia. Le encantaría que en su país sigan el ejemplo de Inglaterra y Nueva Zelanda y profesionalicen el rugby femenino, aunque insiste que está contenta teniendo “otras cosas en mi vida para no tener el foco solo en el rugby.”

Por el momento, su concentración está puesta en regresar a la acción con Toulouse y eso solo será un gran ejemplo para la próxima generación de estrellas del rugby femenino que no hay barreras que no puedan romperse.

“No aspiro a ser un modelo a seguir, pero lo que realmente quiero es mejorar, aprender más y conocerme mejor,” dice Filipon.

“Y si eso inspira a otras chicas, entonces fantástico.”