Existe un grupo de elite que ha tocado la gloria de ganar la Women’s Rugby World Cup y Rugby World Cup Sevens. En ese grupo, hay una chica que lo logró con sólo 22 años.

Lo que hace que la historia de Stacey Waaka sea aún más impresionante es que su carrera deportiva podría no haber siquiera empezado debido a un serio accidente de bus en septiembre de 2011.

Waaka regresaba a su hogar en Ruatoki, un pequeño puedo en el sur de Whakatane en la Isla Norte de Nueva Zelanda, cuando el micro que la llevaba a su casa recibió el choque de un camión cuando intentaba frenar.

El bus salió despedido hacia una granja y la futura Black Fern, sentada cerca del frente, voló hacia atrás. Aún tiene cicatrices idénticas en sus rodillas cuando sus piernas chocaron con las barras de metal del asiente de adelante. Inicialmente, Waaka no sabía que estaba lastimada.

Enseguida se preocupó por sus primos más pequeños que estaban en el mismo bus. Waaka perdió su mochila, pero pudo quedarse con el teléfono celular, pudieron llamar a la policía cuando ayudaba a sus primas a ir a un lugar seguro.

“El impacto fue tan fuerte que golpeó la barra del asiento delanto y debo haberme dado vuelta porque terminé hacia el fondo del micro,” recuerda Waaka.

“Solo recuerdo volver en sí y escuchar lo que parecían millones de niños llorando. Fue un momento muy doloroso, pero mi primer pensamiento fue que el micro iba a explotar. No volcamos por suerte y eso ayudó. Evidentemente, había visto demasiadas películas.”

“Ahí, intenté ayudar a todos y pude sacar a mis pequeños primos del bus.”

“No me di cuenta que estaba lastimada; tal vez unos 10 ó 20 minutos más tarde mi pequeño primo me dijo que mis piernas estaban sangrando. Miré hacia abajo y ví que tenía sangre, la carne viva y todo colgaba.”

Sorprendentemente, según informes locales, en esos 10 ó 20 minutos, Waaka pudo caminar al Matariki Early Childhood Centre, cercano al lugar del accidente, donde pudo llamar a su madre para contarle lo que había pasado.

El micro, que llevaba estudiantes de los colegios segundarios Trident y Whakatane High Schools, además de colegios primarios de Taneatua; en total, 36 personas necesitaron tratamiento médico tras el accidente.

Waaka fue reconocida por su role en rescatar a los niños más pequeños del bus; al regresar al lugar del accidente, y notando lo lastimada que estaba, solo tenía una preocupación.

En ese entonces no había tomado un balón de rugby, Waaka era una internacional por Nueva Zelanda en touch rugby y una promisoria jugadora de cestoból. Nunca contempló una vida sin deporte competitivo.

“Obviamente, me movía por la adrenalina ya que no estaba al tanto de lo que había pasado,” Waaka dice.

“Fue un susto grande y la primera cosa que pensé fue ‘no voy a poder hacer más deporte.’ Tanto como eso amaba hacer deporte.”

Por suerte para Waaka, tras ser suturada en el hospital y tras un par de meses de recuperación en casa, pudo recomenzar su carrera deportiva, aun cuando todavía tenía problemas para correr en superficies duras.

El accidente no le dejó cicatrices mentales que acompañaran las de sus rodillas – “cuando eres joven te sientes invencible” – pero sí le ayudó a desarrollar la personalidad que le permitió a Waaka enfrentar los desafíos en su vida.

“Siempre digo que mi frase favorita es ‘todo pasa por alguna razón’ porque no sé por qué paso lo que paso, pero sigo aquí,” dice.

“Entonces, cualquier piedra en mi camino me hace ser realmente positiva y esa es la forma que encaro mi vida. Es lo que es. Sigo avanzando. Si no puedes controlarlo, no importa.”

Hay mucho que Waaka ha podido controlar desde aquella tarde de septiembre hace siete años y medio.

Amigos y entrenadores de su colegio la alentaron a probar rugby aun cuando tenía en su mente ser una Silver Fern y representar a Nueva Zelanda en cestobol.

El día que el rugby fue confirmado como deporte olímpico, Waaka, entonces con 16 años, decidió prestarle atención a los que la alentaron y se fue a probar lo que era el contacto del rugby.

“No le prestaba atención hasta que lo probé; ahí me dije, ‘wow, ¡está buenísimo!,” dice.

Al principio tenía reservas con el tackle – “me asustaba un poco” – pero rápidamente se destacó en su nuevo deporte, gracias en parte al rugby que jugaba en su casa, donde en una familia de gente de rugby, tenía siempre con quien jugar. Su hermano Beaudein es un ex jugador de seven internacional con Nueva Zelanda.

Waaka se dedicó al rugby, asegurándose de “entrenar duro, comer bien y todas las otras pequeñas cosas,” de una forma que no había hecho antes.”

Su enorme esfuerzo trajo frutos ya que en 2015, con sólo 19 años, hizo su debut en las Black Ferns. Dos años más tarde, Waaka formaba de segundo centro en la final de la Women’s Rugby World Cup 2017 en Belfast, donde Nueva Zelanda derrotó a Inglaterra 41 a 32 para obtener su quinto título mundial.

Once meses más tarde, estaba con las Black Ferns Sevens en San Francisco, donde retuvieron el título en Rugby World Cup Sevens.

¿Pensó Waaka alguna vez que era posible conseguir tanto tan pronto? “Decididamente no,” insiste.

“Quedar en ambos equipos me hizo sentir en el cielo, pero además ganar… ¡wow! No hay palabras para describir la sensación.”

“Al comenzar en el rugby, mi objetivo era integrar el equipo y divertirme. Tener esos resultados fue simplemente fantástico.”

Por supuesto que Waaka está lejos de retirarse. “Me encantaría ir a los Juegos Olímpicos,” dice.

“Ese es mi objetivo principal en este momento. Siempre digo que el número tres es mi número favorito así que quiero jugar en tres mundiales de quince; ese es mi gran objetivo antes de retirarme.”

Waaka ha tenido muchos desafíos en su joven carrera – operaciones de hombro, de rodilla, un codo quebrado, además de los cortes sufridos cuando tenía quince años. A veces es fácil olvidarse que tan sólo tiene 23 años.”