Leidy Soto no sabía que era el rugby hasta que su hermano comenzó a jugarlo en la universidad; al ver el disfrute que obtenía con el deporte, le generó interés.

“Recuerdo que cuando regresaba de una práctica o un partido, era de lo único de lo que hablaba,” dice Soto.

“Tenía tanto entusiasmo y pasión, que supuse que había algo en ese deporte.”

Antes de poder calzarse un par de botines, Soto debía primero ver donde podría jugar.

Nacida en Castilla, un barrio de Medellín que admite “se percibe como violento en función de la violencia de las pandillas, drogas y todos eso peligros, sobre todo para los más jóvenes,” no era cuestión de acercase a un campo de juego para jugar al rugby.

Soto debió esperar a que una amiga de la escuela le dijera adonde podía jugar y la alentara a probar el rugby.

“En cuanto lo descubrí me dije que debí ir a una práctica y probar.”

Resultó ser una decisión acertada. Soto comenzó a “practicar, practicar, practicar y seguir practicando” hasta que dos años más tarde integró el equipo de Colombia que ganó en casa el oro en los Juegos Centroamericanos y del Caribe 2018 en Barranquilla.

Poco después, viajó a Buenos Aires para participar en los Juegos Olímpicos de la Juventud, ayudando a su equipo a terminar en el cuarto puesto.

Según dice, Soto pudo encontrar formas de escapar no solo a la violencia de Castilla pero también a como se percibe a la mujer, tanto en Colombia como en su familia.

“Se sintió como una salvación, no solo por los temas del barrio donde nací, pero también dentro de mi propia familia,” cuenta.

“En términos generales, son muy machistas en cuanto a que las mujeres están solo para cocinar, o que las mujeres no pueden hacer esto o lo otro.”

“A mí, y a las otras chicas que juegan rugby, nos da la fortaleza para decir ‘No’. Yo también puedo. Yo también puedo estar allí, mostrar lo que puedo hacer. Yo también puedo jugar rugby.”

“Nos ha dado la fortaleza para defendernos y decir: ‘No, yo puedo y voy a hacerlo.”

Cuando Soto comenzó a jugar rugby, su madre estaba preocupada de las posibles lesiones, cortes y golpes hasta que su equipo comenzó a ganar y empezar a ser tenida en cuenta por los selectores.

“Mamá me decía, ‘deja eso para los varones, es un deporte de hombres,” recuerda Soto. “Eres una niña, deberías ser más femenina – deja que tu hermano juegue rugby.”

“Una vez que comencé a jugar y ganar torneos, empezaron a sentirse cómodos con que jugara rugby.”

“Eso no fue porque cambió su percepción, pero porque entre que terminaba de jugar y volvía a mi hogar, me aseaba y llegaba limpia.”

“Al principio fue un poco duro, pero con el acostumbramiento comenzaron a apoyarme. Mamá siempre fue de apoyar lo que fuera que decidiéramos sus hijos.”

“Fue ese shock inicial. Luego, dijo: ‘OK. Si es lo que realmente quiere hacer entonces te apoyaré.”

Soto ha sido muy exitosa en los tres años desde decidió tomar un balón de rugby y comenzar a jugar.

Su juego en los Juegos Olímpicos de la Juventud en Argentina le permitieron ver qué es lo que trae el siguiente nivel en el rugby internacional con Colombia.

“Nos apabulló un poco el tamaño y las habilidades de las otras jugadoras cuando llegamos,” admite.

“No fue un llamado de atención, más bien ser conscientes del hecho que debemos mejorar mucho. Hay una amplia diferencia que debemos cerrar para llegar a ese nivel.”

Soto tiene la ambición de ayudar a Colombia a clasificar a los Juegos Olímpicos de Tokio 2020, aunque sabe que superar a Brasil en el clasificatorio regional “sería casi un milagro” tal ha sido su dominio regional, con 14 títulos desde 2004.

El momento de mayor orgullo en su incipiente carrera sigue siendo el oro que llevó a su casa desde Barranquilla en agosto del año pasado.

“Si bien no suena tan grande como los Juegos Olímpicos de la Juventud u otros eventos, para mí fue un gran momento ganar el torneo Centroamericano,” explica Soto.

“No solo por ganar el oro, pero también porque creo que estuve muy segura de mi juego durante el torneo, mientras que en otros no lo estaba tanto.”

“Este fue el torneo en el que pienso cuando me siento orgullosa.”

Soto espera que llegue el día en que no tenga que explicarle a la gente de su país que el rugby y el fútbol americano son deportes distintos.

Más allá del reconocimiento, Soto cree que la mayor barrera para que más mujeres jueguen rugby en Colombia es interna.

“Probablemente, el principal obstáculo sea la propia percepción de las mujeres,” dice.

“El temor de ser vistas como menos femeninas, de que las consideren masculinas si juegan rugby.”

“Suena a cliché, porque es lo que todos dicen, pero espero que teniendo más personas jugando rugby, suene más natural el decir ‘Juego Rugby’ en vez de que pregunten: ‘oh, ¿qué es el rugby?”

“Que sea algo que la gente pueda entender tan pronto como lo digas.”