“Siento que si tengo un gran problema y quiero abandonar, no lo hare,” contestó Norfarahana Aziz cuando se le consultó sobre si jugar al rugby la hacía ‘imparable’ – unstoppable.

“Trato de superar y solucionar el problema con la ayuda de mis compañeras de rugby, mi manager y mis entrenadores.”

A pesar de un ascenso meteórico que vio a Ana representar al seleccionado femenino de rugby de Malasia tan solo dos meses después de cambiar el foco del arte marcial Silat Olahraga, ha habido varias barreras que romper.

La primera y más obvia fue geográfica. Habiendo llegado al rugby a través de su entrenador de Silat, que también le dio su primer uniforme, Ana tuvo que dejar su hogar.

La capital del país, Kuala Lumpur, está entre ocho y diez horas de bus del pueblo en que creció, pero surgió la oportunidad de seguir con su educación a la vez que aprendía más sobre su nueva pasión.

Fue la primera vez que había visitado la ciudad, encontrándose con distintas culturas, tradiciones y dialectos.

“Tuve que dejar a mi familia y adaptarme a un nuevo ámbito en la ciudad,” dice Ana.

“Tuve que aprender a ser independiente. La ciudad es muy diferente. En el pueblo no se sabe nada del rugby, ¡mucho menos que las mujeres lo juegan!”

“Llegué a Kuala Lumpur y ahora tengo muchas amigas de distintas razas; tuve que aprender sus idiomas y lenguajes. Muchos son de Sabah y hablan con su estilo y palabras. Me preguntaba qué estaban diciendo; no las entendía. Nunca había estado en un ámbito de equipo, pero después de un mes pude entenderlas.”

Para Ana fue particularmente duro dejar su familia, especialmente porque su madre había fallecido tan solo dos años antes. “Es muy duro porque nunca estuve lejos de mi familia por largos períodos de tiempo,” explica.

No obstante, su padre apoyó su decisión y antes de que partiera a la capital le pidió que se cuidara y que no hiciera nada que él no hubiera hecho.

“Mi padre dice ‘si no hubieras jugado rugby, no tendrías las chances que ahora tienes,” cuenta. “Mi padre está súper orgulloso de mi.”

Ana se unió al Cobra Venom – un equipo femenino que se armó en 2015 – cuando llegó a Kuala Lumpur, y si bien le costó adaptarse en un principio al lugar mientras acomodaba sus estudios y el rugby, el éxito como jugadora le ayudó a establecerse.

En el primer torneo jugando para su nuevo club fue detectada por los selectores nacionales y en abril de 2016 viajó a Singapur para jugar en el South East Asia Sevens Championship.

Al jugar para su país se convirtió en la primera mujer en representar a Malasia usando un hijab.

“En mi primera práctica con el seleccionado, era la única usando hijab, y me dije a mí misma, ‘oh, Dios. Soy la única,’” dice Ana.

“Entonces, necesitaba mantener esto por ser la única.”

Sobre la reacción de sus rivales, agrega. “La gente se preguntaba si se podía jugar rugby usando hijab. También se preguntaban si podía jugar al rugby con mi pequeño tamaño.”

“Hoy día, muchas chicas en Malasia juegan rugby usando hijab.”

Con su buen juego con Cobra Venom y el equipo nacional de Malasia, Ana pudo ayudar a convencer a más mujeres y niñas musulmanas de que ellas también podían jugar rugby.

“Estoy muy orgullosa porque puede que haya sido la inspiración para ellas. Cuando me ven jugar con el hijab, les da el coraje y el valor para jugar rugby,” dice.

“A veces me siento como un modelo a seguir porque las chicas me preguntan cómo juego con eso, si no me molesta para jugar rugby. Y les contesto que no es un problema…realmente no es un problema.”

“Se puede jugar rugby usando hijab, y también se puede usar un casco de rugby.”

La llegada de Ana al seleccionado nacional tuvo un costo ya que para poder seguir entrenando con sus compañeras debió extender sus estudios en Kuala Lumpur.

No obstante, al no poder conseguir un préstamo estudiantil, enfrentó la facilidad de tener que regresar a casa, hasta que el entrenador del Cobra Venom organizó una colección de fondos para ofrecerle la seguridad necesaria para que se quede.

“Ya no tenía más beca y eso me entristeció ya que no sabía cómo haría para pagar mis estudios, como generar los recursos para seguir estudiando.

“Luego, un grupo de gente trabajó para conseguirme los fondos para seguir estudiando. Quedé muy, muy agradecida por ello y por la gente que me ayuda de quien no esperaba un acto de tamaña generosidad.”

“Esto me empujó a ser aún mejor estudiante y estoy más motivada para el rugby.”

El rugby le ha dado oportunidades a Ana que nunca hubiera soñado creciendo; la sensación indescriptible de representar a Malasia y la oportunidad de viajar por Asia. Lejos está de retirarse.

“En Malasia, el rugby no es un deporte tan popular, no tiene el apoyo de la sociedad,” dice.

“Es como una barrera para nosotras, porque si la gente no conoce el rugby entonces es difícil conseguir auspiciantes.”

“Otra barrera, creo, es que no hay tantos torneos porque no hay tantas chicas jugando.”

“Entonces, necesitamos la exposición y la experiencia. Mis managers tienen que conseguir torneos en el extranjero para podamos tener esa exposición y obtener la experiencia.”