LONDRES, 23 de octubre – El sudeste de Londres cambió drásticamente a lo largo de un siglo y con él, una de sus señas de identidad: el estadio de Twickenham, hogar de la Rugby Football Union, donde este fin de semana se disputan las dos semifinales de la Rugby World Cup 2015.  

En las afueras de Londres, desde el West End hasta el aeropuerto de Heathrow, las hileras de casas de ladrillo se agolpan unas contra otra apenas sin interrupción; salvo por los meandros del Támesis y la elevada figura de hormigón y acero de uno de los estadios más famosos del deporte del rugby.

El lugar en el que se construyó la "Catedral" era en origen un campo de cultivo: “The Cabbage Patch” (el campo de los repollos). Sobrenombre que permaneció una vez que la práctica del rugby sustituyó a los labriegos, los surcos y las coles, y con el que siempre se conoció a la ahora moderna instalación. Porque, desde que en 1909 los Harlequins vencieran por cuatro puntos a Richmond en el primer partido, Twickers cambió de manera radical.  

Pero no del todo. La expectación, el drama y la intensidad del deporte siguen con la misma pasión como cuando Adrian Stoop impulsó a su equipo a la primera victoria en el viejo Cabbage Patch.

Cinco años antes de que el Titanic emprendiera su fatídico viaje Billy Williams derrochó 5.500 libras en efectivo de la incipiente RFU (unas £600.000 de las actuales) para comprar 10 acres y una cuarta de aquel terreno de cultivo. Las primeras gradas se construyeron un año después y luego de que las calles se pavimentaran, Twickenham estaba listo para albergar el primer partido.

En 1910 Inglaterra enfrentó a Gales en el primer test match que se disputó en Twickers con 22.000 espectadores abarrotando las gradas de madera. Pero en los albores de la Gran Guerra, el estadio no viviría muchas tardes de gloria y ya en 1914 cambiaría su función original. La RFU alentó a sus jugadores a que acudieran a la patriótica llamada y se alistaran en la expedición al continente. Mientras, en el ínterin bélico, Twickenham sería empleado como establo para el ganado; caballos de tiro y ovejas, principalmente.

Dos años después del adiós a las armas, el rugby regresó a la agenda deportiva de los aficionados y Twikenham albergó el torneo inaugural del reconocido Middlesex Sevens. En 1926 se disputó también el primer Varsity Match entre los estudiantes de Oxford y Cambridge. Desde entonces, Twickers fue construyendo su aura de estadio especial.

Modere su lenguaje

La tarde del 15 de enero de 1927 Teddy Wakelam, antiguo capitán de Harlequins, debutaba como comentarista radiofónico para la BBC. En el puesto de comentarista, arriba del todo de la última visera de la grada sur, clavó un cartel con las palabras: “No maldigas” (Don’t swear). Un recordatorio de la norma de etiqueta que siempre acompañó a espectadores y jugadores. 

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Wakelam, además, fue inventor de una técnica de relato radiofónico. Dividía el campo de juego en una cuadrícula y a cada espacio le asignaba un número. En casa los oyentes podían saber perfectamente dónde se encontraba la pelota en cada ataque. Un buen recordatorio, también, de que esto siempre trató más de territorio que de posesión.

Aunque la calidad de las narraciones de entonces no son comparables a la alta definición  que disfrutamos hoy, podemos asumir que Wakelam consiguió su propósito de no decir ninguna palabra malsonante durante la derrota de Inglaterra ante Gales por 9-11 y se convirtió, con el tiempo, en una de la voces del deporte británico.

De la TV al horror

Una década más adelante el deporte vivió una auténtica revolución con la invención de la televisión. Los espectadores del primer partido televisado desde Twickenham pudieron ver en sus aparatos en blanco y negro cómo Wilson Shaw anotaba el try ganador para Escocia en la Calcutta Cup número 52. Shaw apoyaba para el 21-16 sellando así una nueva Triple Corona de los del Cardo. Hubo una invasión de campo por parte de aficionados escoceses y el try se recuerda como uno de los más bonitos que se anotaron aquí.

El rugby, obviamente, desapareció de las pantallas durante la Segunda Guerra Mundial y hasta 1952 la BBC no recuperó los contactos con las Home Unions para continuar con las retransmisiones. Antes, mientras el país se recuperaba de las cicatrices de los bombardeos y las miserias de la guerra, Twikenham se preparó para volver a albergar rugby internacional. Con la visera superior de la famosa bancada oeste destrozada por una bomba nazi, los jugadores de Escocia e Inglaterra que habían servido en Europa decidieron jugar un partido para recordar a los caídos y sus familias.  

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Alivio es lo que debieron sentir los presentes en aquel partido, muchos de ellos todavía en uniforme, al recuperar algo de normalidad tras seis años de sangre, sudor y lágrimas. Setenta años pasaron desde entonces y mientras festejamos la Rugby World Cup, sería fácil olvidarse de aquellos que se sacrificaron por la causa de la libertad.

Anarchy in de UK

Twickenham fue testigo mudo de muchos de los momentos más espectaculares de la historia del deporte pero también de los más peculiares.

Aparte de albergar la primera retransmisión de radio y TV, el viejo Cabbage Patch fue también donde el primer streaker del deporte apareció. El australiano Michael O’Brien apostó 10 libras a que saltaba al centro del campo desnudo durante un partido benéfico entre Inglaterra y Francia XV en 1974. ¿La multa? Las 10 libras que ganó y un viaje a comisaría.

Aunque O’Brien fue el primero no es el más recordado. La joven Erika Roe decidió tener su tarde de gloria en el descanso de un Inglaterra-Australia en 1982. Eran los años del punk y la imagen de Bill Beamount tratando de dar su charla mientras tapaban a la muchacha con la bandera del Reino Unido es casi tan icónica como la portada del famoso álbum de los Sex Pistols.

Día de partido

Una de las liturgias más celebradas de los días de partido en Twickenham es el paseo desde la estación de tren hasta el estadio a lo largo de Whitton Road. Los puestos de comida, las bufandas, banderas, el aliento cargado de la stout o ale de turno, los vendedores de programas… todo el pueblo volcado en un festival de rugby hace de la “experiencia Twickenham” una de las más queridas por los aficionados de ambos hemisferios. En el siguiente clip, de la película William Webb Ellis. Are you Mad? De 1971 que fue producida por la RFU para celebrar su centenario.

El film muestra toda la parafernalia previa a la Calcutta Cup de 1969. Es agradable ver, en estos tiempos de selfies y fast food que, como decíamos al principio, muchas cosas, en la Catedral, permanecen inalterables.

El hogar del australiano

Tras apabullar a Francia en París y escaparse de la emboscada caledonia en Murrayfield, la Inglaterra de Geoff Cooke se disponía a levantar la William Webb Ellis por primera vez en su casa, contra los Wallabies, en la final de 1991. Pero el pilar australiano Tony Daly tenía otros planes cuando cruzó el ingoal del local por única vez en el partido y Nick Farr-Jones levantó la copa. John Eales repetiría el mismo ritual en la segunda final de Twickenham hasta la fecha, con idénticos protagonistas.

La platea sur del estadio, solitaria y añeja, se demolió hace ahora 10 años. Volvería a estar en pie ya unida con las este y oeste tras una inversión de 80 millones de libras en noviembre de 2006. A su espalda se adosó un hotel de cuatro estrellas y un centro de conferencias y la capacidad de la casa del rugby inglés subió a 82.000 espectadores. Inglaterra celebró la reapertura con una derrota por 41-20 ante Nueva Zelanda. 

Los tiempos cambian

En 2003, semanas antes de que Jonny Wilkinson mandara la pelota al cielo del Telstra Stadium de Sidney, en Twickenham, otras estrellas iban a firmar una de sus grandes noches: Los Rolling Stones fueron el primer grupo musical en actuar aquí rompiendo las estrictas normas del protocolo de la Catedral.

Aunque el pueblo de Twickenham y sus alrededores simpre estuvieron ligados al rock and roll. Pete Townsed (The Who) y Mick Jagger y Ronnie Wood (Rolling Stones) fijaron su recidencia cerca del estadio en algún momento. Los Beatles grabaron Help!, A Hard's Day Night y Let it Be en los estudios de Twikenham Film Studios. Tres años después los Stones regresaron a Twickers pero Mick Jagger bramó entre canciones que "deberíamos estar en Wembley", quejándose de las demoras en las obras del estadio del otro código del fútbol. 

Tras los Rolling Stones, U2, Rod Stewart, The Police y Rihanna actuaron en la Catedral. Pero ninguno de ellos, a buen seguro, sintió tanto el poder pisar este estadio que el coro de la Rugby School -donde todo empezó- en la ceremonia de inauguración de la Rugby World Cup 2015. 

RNS tpc/sw/ja

Photos: ©World Rugby Museum, Twickenham