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Transgender Women Guidelines

Guideline for transgender women

World Rugby está comprometido a efectuar evaluaciones continuas de los lineamientos y permanecerá actualizado de todas las investigaciones publicadas que se relacionen con las implicaciones biológicas y fisiológicas de la supresión de testosterona, con una revisión formal de los Lineamientos cada tres años.

¿Pueden las mujeres transgénero jugar al rugby?

  • Las mujeres transgénero que hicieron la transición antes de la pubertad y no han experimentado los efectos biológicos de la testosterona durante la pubertad y la adolescencia pueden jugar rugby femenino (sujeto a la confirmación del tratamiento médico y a la oportunidad del mismo)3
  • Las mujeres transgénero que hicieron la transición después de la pubertad y han experimentado los efectos biológicos de la testosterona durante la pubertad y la adolescencia actualmente no pueden jugar rugby femenino.
  • Las mujeres transgénero pueden jugar rugby sin contacto de género mixto
  • World Rugby está comprometido a efectuar evaluaciones continuas de los lineamientos y permanecerá actualizado de todas las investigaciones publicadas que se relacionen con las implicaciones biológicas y fisiológicas de la supresión de testosterona, con una revisión formal de los Lineamientos cada tres años. En apoyo de esto, World Rugby priorizará el apoyo a proyectos de investigación de alta calidad sobre jugadores de rugby transgénero como parte de este compromiso de lineamientos basados en evidencias.

¿Por qué las mujeres transgénero no pueden jugar rugby femenino?

Efectos de la testosterona

Cuando se hace referencia a "mujeres" y "hombres" para explicar los efectos de la testosterona, las referencias se hacen para establecer diferencias entre "Hombres Biológicos" (aquellos que han experimentado los efectos androgenizantes de la testosterona a partir de la pubertad) y "Mujeres Biológicas" (que no han recibido beneficios de dicha androgenización).

 

La testosterona es una hormona androgénica-anabólica cuyas funciones incluyen la maduración reproductiva junto con la génesis de las características sexuales secundarias masculinas. Desde la pubertad en adelante, los niveles de testosterona aumentan 20 veces en los hombres pero permanecen bajos en las mujeres, lo que resulta en concentraciones de testosterona circulante al menos 15 veces más altas en hombres que en mujeres de cualquier edad [1,2]. Entre los cambios biológicos iniciados por la testosterona y sus derivados están:

  • Masa muscular magra más grande y densa [3,4];
  • Mayor capacidad de producción de fuerza del músculo esquelético [5,6];
  • Tejido conectivo más rígido [7];
  • Masa grasa reducida y distribución diferente de la grasa corporal y la masa muscular magra [3];
  • Estructura esquelética más larga, más grande y más densa [8,9];
  • Modificaciones en las funciones cardiovascular y respiratoria que incluye mayor concentración de hemoglobina, un área mayor de sección transversal de la tráquea y menor costo de oxígeno de respiración (como se describe en [1,10-12]).

En conjunto, estas diferencias biológicas explican las grandes diferencias de rendimiento deportivo entre hombres y mujeres. Estas incluyen diferencias entre el 9% y el 15% en carrera, natación y saltos [13], entre el 15% y el 35% en tareas funcionales como patear, lanzar, bolear y levantamiento de pesas y más del 50% para tareas que involucran la producción de fuerza en la parte superior del cuerpo [10], ya que los efectos biológicos de la testosterona crean una fuerza desproporcionadamente mayor en la parte superior del cuerpo en comparación con la parte inferior del cuerpo, mientras que las mujeres poseen lo contrario [14,15]. En levantamiento de pesas, por ejemplo, incluso con masa y estatura coincidentes, los hombres levantan aproximadamente un 30% más de peso que las mujeres. En otras evaluaciones: los varones pueden levantar pesos similares a las mujeres que pesan entre un 30% y un 40% más que ellos [10]. En movimientos funcionales tales como el salto explosivo son igualmente más grandes en los hombres de elite que en las mujeres, con aproximadamente un 30% más de potencia generada durante un salto de contra-movimiento [10].

El resultado de estas diferencias biológicas es que los hombres superan a las mujeres en todas las actividades deportivas en las que: velocidad, tamaño, potencia, fuerza, características cardiorrespiratorias y antropométricas son determinantes fundamentales del rendimiento. Esto es cierto para muchos miles de niños y hombres que han pasado por una pubertad inducida por la testosterona con un efecto lo suficientemente grande como para que los niños de 14 a 15 años superen a las mejores atletas femeninas de la historia en una gama de eventos de carreras, saltos, lanzamientos y fuerza [13,16]. La dimensión de estas diferencias de rendimiento varía dependiendo de las contribuciones de cada una de las variables biológicas al rendimiento y, en realidad, en algunos eventos, algunas pueden ser perjudiciales para el rendimiento (por ejemplo, la masa en carreras de resistencia o ciclismo). Sin embargo, en general, no hay superposición en el rendimiento entre los hombres y mujeres en todos los niveles de competición comparados, desde la escuela secundaria hasta el nivel de elite. La disparidad de rendimiento se ilustra mediante la observación de que miles de adolescentes y hombres adultos superan cada año a las mejores mujeres biológicas [13].

Se han descripto diferencias de rendimiento similares entre hombres y mujeres en personas no entrenadas atléticamente. Los hombres tienen una masa muscular entre un 30% y un 40% mayor que las mujeres [4], máxima capacidad cardiorrespiratoria (VO2máx) entre un 25% y un 50% mayor que las mujeres [17], parámetros cardiovasculares entre un 11% y un 43% mayores que las mujeres, fuerza de miembros inferiores aproximadamente un 50% más alta que las mujeres de todas las edades y fuerza de la parte superior del cuerpo entre un 50% y un 100% más alta que las mujeres de la misma edad [6]. Incluso cuando las mujeres de elite, entrenadas en deportes en los que la fuerza de agarre es un componente importante del rendimiento (judo y hándbol) no superan a los hombres no entrenados en tareas de fuerza de agarre, con el mejor rendimiento femenino correspondiente a aproximadamente el percentil 58º para los hombres y una ventaja del 26% para los hombres no entrenados en comparación con las mujeres de elite típicas. Se ha descubierto que el rendimiento de los puñetazos, un movimiento compuesto dependiente de la fuerza, la potencia, la coordinación y la masa, es un 162% más alto en los hombres que en las mujeres [18] y los niños de 17 años pueden arrojar una pelota más lejos que el 99% de las mujeres adultas [19].

Consideraciones biológicas para el rugby

Las implicaciones de las diferencias biológicas y de rendimiento para el rugby son dos. Primero, diferencias significativas en fuerza, tamaño, velocidad y potencia tienen consecuencias potenciales para la seguridad de los participantes en el rugby, donde gran parte del deporte involucra contactos en forma de tackles, rucks y mauls, así como numerosos períodos de producción de grandes fuerzas en disputas estáticas por la pelota, como el scrum y el ruck. Dado el riesgo documentado de lesiones en el rugby por situaciones de contacto en particular [20-24], la elevada posibilidad de ocurrencia de todas las lesiones, incluidas las lesiones graves, debido a grandes disparidades en tamaño, velocidad, potencia y fuerza, es motivo de preocupación. El estudio reciente de tackles utilizando modelos biomecánicos validados [25,26] sugiere que la discrepancia en la masa y la velocidad de los oponentes directos en los tackles predice las fuerzas del cuello, momentos y aceleraciones de la cabeza. Dado que estos factores contribuyen directamente al riesgo de lesiones, está claro que las grandes discrepancias crean mayores riesgos para los jugadores más pequeños y más lentos, particularmente cuando el tamaño y la velocidad están combinados.

Dado que la masa del jugador masculino típico es entre un 20% y un 40% mayor que la masa típica de las mujeres, que los hombres tienen una fuerza entre un 40% y un 80% mayor (sin ajustar por la masa) y que los hombres son entre un 10% y un 15% más rápidos que las mujeres a pesar de ser más pesados, el riesgo de lesión creado por los grandes desequilibrios en masa y velocidad puede considerarse significativo. Para explorar esto, evaluamos el rango de masas de jugadores de nivel internacional y aplicamos las conclusiones a un modelo biomecánico para explorar posibles implicaciones para el riesgo de lesiones en caso de que ocurran escenarios de cruce.

Con respecto a la masa, documentamos el rango de tamaños de jugadores de élite masculinos y femeninos desde la Copa del Mundo de Rugby 2011 hasta la Copa del Mundo de Rugby 2019, encontrando:

  • Los jugadores típicos (mediana) son un 41,1% más pesados que las jugadoras típicas (103 kg contra 73 kg)
  • Entre los forwards el 1% más pesado de las jugadoras es más pequeño que el forward masculino típico (109 kg para mujeres contra 112 kg para hombres)
  • El 1% más pesado de las mujeres backs son más pequeñas que los backs masculinos típicos (89 kg contra 92 kg)
  • El 1% más liviano de los forwards masculinos es aproximadamente igual en masa al 10% más pesado de los forwards femeninos, mientras que el 2% más liviano de los backs masculinos es aproximadamente igual al 10% más pesado de los backs femeninos.
  • La Figura 1 que sigue muestra los histogramas de frecuencia para jugadores y jugadoras en posiciones de forwards y backs.

Figura 1: Histogramas de frecuencia de la masa de los forwards (panel izquierdo) y backs (panel derecho) en jugadores y jugadoras de rugby de elite. Las líneas de puntos indican el percentil 50º mientras que las líneas cortadas indican el percentil 98º para cada grupo

Implicaciones para el riesgo de lesiones: modelos de lesiones en la cabeza

Las diferencias observadas entre hombres y mujeres respecto de la masa pueden combinarse con diferencias en la velocidad para crear un marco teórico en el que la carga inercial y las fuerzas enfrentadas por un jugador más pequeño y más lento es significativamente mayor cuando está en contacto con un jugador más grande y más rápido. Este modelo con fines ilustrativos demuestra el impacto de solo una variable conocida que difiere entre hombres y mujeres biológicos, que es la masa, en el riesgo de lesión en la cabeza, en un modelo paramétrico básico, sin aplicación de fuerzas ni movimientos complejos, como un análisis preliminar de impacto. Los principios ilustrados en el modelo se aplicarían a otras lesiones. El agregado de velocidad y fuerza o la fuerza ejercida durante el contacto aumentaría aún más las implicaciones de las conclusiones de este modelo ilustrativo resumido a continuación.

La siguiente figura representativa ilustra el concepto de disparidad de masas como un riesgo de lesión para el portador de la pelota. Representa la aceleración lineal (A), la aceleración angular (B), la fuerza del cuello (C) y el momento del cuello (D) experimentados por portadores de la pelota de diferentes masas cuando son tackleados por jugadores de diferentes masas. Usando las masas conocidas de jugadores internacionales de rugby en cada mapa de calor se grafica la posición del jugador masculino promedio (M50) y la jugadora femenina promedio (F50). F90 muestra el escenario en el que un tackleador (T) correspondiente al percentil 90º para la masa femenina (ver Figura 1) tacklea a una portadora de la pelota (BC) de típica masa femenina. X indica el escenario hipotético de cruce en el que una masa típica de tackleador masculino está involucrado en un tackle contra un portador de la pelota con una masa típica femenina.

Figura 2. Representaciones gráficas de la aceleración lineal (A), la aceleración angular (B), la fuerza del cuello (C) y el momento del cuello (D) para portadores de pelotas de diferentes masas en los tackles con tackleadores con diferentes masas. M50 y F50 muestran la situación modelada cuando los jugadores típicos/mediana se tacklean entre sí para hombres y mujeres, respectivamente. F90 representa una portadora de la pelota con una masa típica contra una tackleadora en el 10% más pesado de la masa corporal femenina. X denota la situación de cruce que hipotéticamente ocurriría para un tackleador en la masa mediana masculina tackleando a una típica portadora de la pelota femenina

El modelo muestra que un tackle que involucra a jugadores con masa típica o promedio produce aceleraciones y fuerzas levemente mayores en hombres (M50) que en mujeres (F50). Esta es en función de la mayor masa de los jugadores masculinos. Las variables cinemáticas y cinéticas de cabeza y cuello aumentan significativamente cuando el 10% más pesado de masa corporal femenino se usa para el tackleador contra un portador de pelota típico (F90), pero este escenario extremo "dentro del cuerpo femenino" produce resultados cinéticos y cinemáticos más pequeños que si el escenario hipotético de cruce fuera a ocurrir, en el que un jugador promedio de cuerpo masculino es el tackleador y un jugador promedio de cuerpo femenino es el portador de la pelota (X). La magnitud del aumento en las fuerzas del cuello, los momentos y las aceleraciones para el portador de la pelota está entre el 20% y el 30% para el escenario típico de cruce comparado con el escenario típico de mujer contra mujer y es un 10% mayor para el escenario de cruce cuerpo masculino contra cuerpo femenino que un tackle en el que el 10% femenino más pesado se compara contra la masa típica femenina (F90).

Cuando el cruce ocurre en un jugador de cuerpo masculino más pesado (por ejemplo, el 10% más pesado de los jugadores de cuerpo masculino), el aumento en la carga del cuello y la aceleración de la cabeza para el portador de la pelota se acerca al 50% en comparación con el escenario típico de tackle en el rugby femenino. La magnitud de estas aceleraciones extremas de la cabeza y las fuerzas del cuello no se ven en las mujeres y son creadas por el cruce de jugadores de cuerpo masculino al rugby femenino. Se observan diferencias similares cuando se examinan las aceleraciones y fuerzas de la cabeza y el cuello del tackleador.

La magnitud de los factores de riesgo conocidos de lesión en la cabeza se predice por el tamaño de la disparidad de masas entre los jugadores involucrados en el tackle. La adición de la velocidad como variable biomecánica aumenta aún más estas disparidades, lo que resulta relevante dado que se esperaría que los jugadores que pesan 103 kg (la mediana de los hombres) corran entre un 10% y un 15% más rápido que las jugadoras típicas (73 kg de masa), y por lo tanto, considerablemente más rápido que las jugadoras que son más pesadas que la mediana (por ejemplo, mujeres en el percentil 90º, Fig. 1). Esto agravaría aún más la disparidad creada.

A continuación, es importante considerar también que estos modelos no tienen en cuenta la capacidad de los jugadores de ejercer fuerza activamente a tasas elevadas durante los tackles. Esto sería una función de la potencia y la fuerza, que se sabe que son entre un 30% y un 80% mayores en los hombres biológicos que en las mujeres. Cuando estas aplicaciones activas de fuerza durante el contacto se agregan a las características de masa y velocidad ilustradas y descriptas arriba, las fuerzas y aceleraciones resultantes del cuello y la cabeza aumentarán aún más, de modo tal que el modelo ilustrativo mostrado arriba representa el aumento de riesgo más pequeño posible para jugadores típicos involucrados en un tackle como resultado solo de la masa. La adición de disparidades de velocidad y fuerza aumentará la magnitud de estos factores de riesgo más allá del 20% al 30% que ilustramos anteriormente.

La implicación de estos aumentos es compleja de cuantificar pero daría lugar a un mayor riesgo de lesiones para el jugador que experimentaría los resultados del riesgo elevado (fuerza y aceleración). Esto es porque las lesiones en la cabeza ocurren cuando las fuerzas y las aceleraciones en la cabeza y el cuello alcanzan un umbral determinante de lesiones y que es exclusivo de cada situación de tackle. Una situación de tackle que normalmente produce factores de riesgo dentro del 20% de este umbral, en la circunstancia de un jugador de cuerpo masculino típico contra un jugador de cuerpo femenino típico ilustrada anteriormente, aumentaría lo suficiente para causar una lesión. El escenario de mayor riesgo que involucra a jugadores de cuerpo masculino más pesados aumentaría aún más la probabilidad de lesiones ya que todas las situaciones de tackle que normalmente producen variables cinéticas y cinemáticas dentro del 40% al 50% del umbral de una lesión ahora lo superarían: un escenario nunca visto en el rugby femenino. La adición de fuerza y velocidad como se describió, aumenta aún más el riesgo, de modo que una cantidad de tackles que actualmente se encuentran por debajo del umbral de lesión ahora lo superarían, causando lesiones en la cabeza.

Finalmente, también se debe considerar que la capacidad de soportar o tolerar fuerzas en la cabeza y el cuello es necesaria para evitar lesiones cerebrales. Esta es la razón por la que la fuerza del cuello es fundamental para la prevención de lesiones. Dado que las disparidades de fuerza entre hombres y mujeres son tan grandes, incluida una fuerza isométrica del cuello menor en un 50% en las mujeres, la capacidad reducida de las jugadoras para tolerar o resistir las fuerzas en los tackles es un factor de riesgo adicional de lesiones, incluidas las lesiones en la cabeza como se describía arriba, pero relevante para todas las lesiones en las que la aplicación rápida de fuerza o carga es responsable de lesiones.

Implicaciones del riesgo de lesiones: fuerzas del scrum

La implicación de una masa más grande y una capacidad de producción de fuerza en los hombres se puede comprobar en las fuerzas medidas durante los scrums en el rugby de elite y comunitario. La investigación de fuerzas aplicadas durante los scrums muestra que en el nivel de elite, los hombres producen aproximadamente el doble de la fuerza máxima de las mujeres en el scrum. Incluso a nivel comunitario, donde la fuerza máxima es un 30% menor que en el juego de elite, los hombres producen aproximadamente un 40% más de fuerza máxima durante los scrums que las mujeres de elite. Dado que es probable que la capacidad de producir y recibir fuerzas sea significativamente menor en las jugadoras de rugby comunitario, la implicación es que los scrums de rugby masculino de nivel comunitario serán considerablemente más violentos que los scrums de rugby femenino de nivel comunitario.

El riesgo de lesiones particularmente graves y catastróficas durante los scrums ha llevado a una serie de cambios en las leyes diseñados específicamente para menguar la potencia del scrum y reducir el riesgo de lesiones. Este riesgo se vería ampliado por grandes disparidades de fuerzas entre jugadores contrarios ya que la fuerza aplicada debe ser resistida por un oponente directo. Esta es una ilustración de cómo las disparidades en fuerza y tamaño son directamente responsables de las fuerzas que provocan lesiones.

La testosterona como indicador del rendimiento

Debe tenerse en cuenta que el nivel real de testosterona, medible en el cuerpo, no es un indicador sólido del rendimiento en hombres y mujeres [27-29]. Esto se debe a que el rendimiento es multifactorial y los efectos androgenizantes de la testosterona contribuyen, pero no influyen únicamente en la biología y en el rendimiento resultante dentro de un grupo que pueda utilizarlo. La base biológica de las diferencias entre hombres y mujeres es, por lo tanto, el resultado de la testosterona, pero no necesariamente se puede deducir que entre los hombres y entre las mujeres la hormona sea un indicador de rendimiento.

Además, las diferencias en la sensibilidad a la testosterona entre personas significa que un nivel dado de testosterona no es un indicador sensible o específico del rendimiento dentro de cada grupo (hombres y mujeres). Esto se debe en parte a que la mayoría de los hombres tienen niveles elevados y cierto grado de sensibilidad, mientras que el nivel en las mujeres es significativamente inferior y rara vez supera incluso el extremo más bajo del rango de los hombres [1]. Por lo tanto, en dos grupos homogéneos que se comparan por la presencia o ausencia de una variable dada (en este caso hombres y mujeres por la presencia o ausencia de testosterona), el valor predictivo de esa variable dentro de un grupo está muy disminuido, de la misma manera que el VO2máx es un indicador significativo del rendimiento en carrera o ciclismo en toda la población, pero no dentro de un grupo de corredores o ciclistas de maratón de elite, que ya son relativamente homogéneos para esas características [30]. Similarmente, la altura es claramente ventajosa para el básquetbol profesional, pero dentro de la National Basketball Association (NBA) donde ya se ha seleccionado por altura y los participantes se encuentran en el extremo superior de la población general en esa característica [31], se convierte en un mal indicador de rendimiento.

Sin embargo, cuando se hace la misma pregunta: si la testosterona predice el rendimiento en humanos de ambos sexos de categorías binarias (hombres contra mujeres en el deporte, en lugar de entre los hombres o entre las mujeres) entonces el poder predictivo de la testosterona es fuerte porque “niveles altos de testosterona” durante la edad adulta es un indicador muy confiable de que los efectos androgenizantes de la testosterona se han producido antes en la vida. Cuando se entiende y se evalúa de esta manera, la testosterona es necesaria para el máximo rendimiento (ya que los mejores entre los seres humanos son todos hombres), pero no es suficiente para alcanzarlo. Es aquí donde surge la sensibilidad casi perfecta del sexo biológico, ya que en una clasificación de las mil mejores actuaciones en la mayoría de los deportes, cada año, todos serán biológicamente masculinos.

Conclusión

En conclusión, en todos los niveles de rendimiento y edades después de la pubertad, la testosterona es principalmente (aunque no exclusivamente) responsable de las diferencias típicas muy grandes en la biología de hombres y mujeres y, en consecuencia, los rendimientos entre los sexos. Estos se resumen en la Figura 3 que sigue, que combina las diferencias biológicas entre hombres y mujeres con sus implicaciones en el rendimiento y se reproduce de un artículo reciente actualmente en revisión [10].

Figura 3: Comparación resumida de las diferencias biológicas (tabla izquierda) y de rendimiento (figura derecha) entre hombres y mujeres para un rango de variables biológicas y actividades/eventos físicos. Reproducido de Hilton y Lundberg [10]

Dado que la categoría de mujeres existe para garantizar protección, seguridad e igualdad para aquellos que no se benefician de la ventaja biológica creada por estos atributos de desempeño biológico, la pregunta relevante y crucial es si la supresión de testosterona por un período de 12 meses actualmente requerida para la participación de mujeres transgénero en el deporte femenino, ¿es suficiente para eliminar las diferencias biológicas resumidas arriba?

Efectos de la supresión de testosterona

Las políticas actuales que regulan la inclusión de mujeres transgénero en el deporte se basan en la premisa de que reducir la testosterona hasta los niveles encontrados en mujeres biológicas es suficiente para eliminar muchas de las ventajas de rendimiento basadas en la biología descriptas arriba. Sin embargo, las evidencias revisadas por colegas sugieren que esto no ocurre y particularmente que la reducción en las variables de masa total, masa muscular y fuerza de las mujeres transgénero puede no ser suficiente para eliminar las diferencias entre hombres y mujeres y así garantizar seguridad o equidad a otros participantes de la competición.

En base a las evidencias disponibles obtenidas en estudios en los que se reduce la testosterona, las variables biológicas que confieren ventajas en el rendimiento deportivo y crean riesgos, como se describió anteriormente, parecen resultar afectadas solo mínimamente. De hecho, la mayoría de los estudios que evalúan la masa, la masa muscular y/o la fuerza sugieren que las reducciones en estas variables varían entre el 5% y el 10% (como lo describen Hilton y Lundberg [10]). Dado que la ventaja típica de hombres contra mujeres varía del 30% al 100%, estas reducciones son pequeñas y las diferencias biológicas relevantes para el deporte en gran medida se mantienen.

Por ejemplo, la masa ósea se mantiene típicamente en mujeres transgénero durante por lo menos 24 meses de supresión de testosterona con alguna evidencia que indica inclusive pequeños pero significativos aumentos en la densidad mineral ósea en la columna lumbar [32-34]. Tampoco se ha demostrado que la altura y otras medidas esqueléticas tales como la longitud del hueso y el ancho de la cadera cambien con la supresión de la testosterona y tampoco existe ningún mecanismo biológico efectivo por el cual esto pueda ocurrir, por lo que pareciera poco probable que las ventajas deportivas por las diferencias esqueléticas entre hombres y mujeres es poco probable que cambien con la reducción de la testosterona.

Con respecto a la fuerza, se ha descubierto que 1 año de supresión de testosterona y de suplementación con estrógenos reduce el área del músculo del muslo en un 9% en comparación con la medición de referencia [35]. Después de 3 años, se produjo una reducción adicional del 3% con respecto a la medición de referencia [36]. La pérdida total del 12% durante tres años de tratamiento significó que las mujeres transgénero retuvieron un tamaño del músculo del muslo significativamente mayor (p<0,05) que la medición de referencia del área del músculo del muslo en hombres transgénero (que nacieron mujeres y experimentaron la pubertad femenina) lo que llevó a la conclusión de que la supresión de testosterona en mujeres transgénero no revierte el tamaño de los músculos a niveles femeninos [36].

Esta conclusión ha sido replicada y confirmada por numerosos estudios que han examinado los efectos de la supresión de la testosterona en la masa corporal magra o el tamaño de los músculos en mujeres transgénero [37-44]. En conjunto, estos estudios deducen que 1 año de supresión de testosterona a los niveles de referencia típicos de las mujeres resulta en una pérdida comparativamente modesta de masa corporal magra (LBM) o del tamaño muscular, con cambios consistentes entre 3% y 5% de reducción en la LBM después de 1 año de tratamiento (resumido de los estudios de investigación de las fuentes: Hilton y Lundberg [10]).

La capacidad del músculo de producir fuerza se reduce después de la supresión de testosterona aunque, como parece ser el caso de la masa muscular/magra, estas reducciones son considerablemente menores en magnitud que las diferencias iniciales entre hombres y mujeres en estas variables. Por ejemplo, la fuerza de agarre se redujo en un 7% y un 9% después de 1 y 2 años, respectivamente, de tratamiento hormonal cruzado en mujeres transgénero [39], y en un 4% en 249 mujeres trans después de 1 año de tratamiento de afirmación de género, sin variación entre los diferentes niveles de testosterona, edad o terciles de IMC [45]. Las mujeres transgénero retuvieron una ventaja de fuerza de agarre del 17% sobre los hombres transgénero en la medición inicial, con una ventaja retenida similarmente grande en comparación con los datos normativos de un grupo de referencia o de comparación de mujeres biológicas.

Más recientemente, Wiik y colegas descubrieron que la extensión isocinética de rodilla y la fuerza de flexión no se redujeron significativamente en 11 mujeres transgénero después de 12 meses de supresión de testosterona, con una ventaja retenida del 50% en comparación con un grupo de referencia de mujeres biológicas y el grupo de hombres transgénero al inicio del estudio [41]. Esta ausencia de reducción en la fuerza se produjo junto con una reducción del 4% al 5% en el volumen del muslo y ninguna diferencia en la densidad contráctil del músculo, lo que sugiere que la reducción de testosterona durante un período de un año no tuvo ningún efecto en la capacidad de producción de fuerza por unidad de área de sección transversal [41], una variable que se sabe es mayor en los hombres que en las mujeres.

En conclusión, los estudios de investigación longitudinal que han documentado cambios en la masa magra, masa/área muscular y fuerza muestran consistentemente que ocurren pequeñas disminuciones como resultado de la supresión de testosterona, con una ventaja retenida, resultante en estas variables, relativamente grande en comparación con un grupo de mujeres biológicas.

Conclusión

La testosterona provoca efectos biológicos significativos en los varones biológicos durante la pubertad y la adolescencia. Esto crea grandes diferencias en la fuerza, la masa, la velocidad, la potencia y la capacidad de resistencia. A su vez, esto crea preocupaciones respecto del bienestar del jugador y desigualdad en el rendimiento en el rugby, dada la importancia del contacto físico y la fuerza en el deporte. Los estudios de investigación longitudinal sobre el efecto de la reducción de la testosterona a los niveles femeninos durante períodos de 12 meses o más no apoyan la afirmación de que variables tales como la masa, la masa magra y la fuerza se alteran significativamente en comparación con las diferencias originales entre hombres y mujeres en estas variables. La disminución de la testosterona elimina solo una pequeña proporción de las diferencias biológicas documentadas con grandes ventajas retenidas en estos atributos fisiológicos, con las implicaciones en la seguridad y el rendimiento descriptas anteriormente. Actualmente no existe ninguna base mediante la cual se pueda garantizar la seguridad y la equidad a las jugadoras de rugby biológicamente femeninas en caso de que se enfrenten a situaciones de contacto con jugadoras cuyas ventajas biológicamente masculinas persisten en gran medida.

Si bien existe una superposición en variables tales como masa, fuerza, velocidad y las fuerzas cinéticas y cinemáticas resultantes que hemos modelado para explorar los factores de riesgo, la situación en la que un jugador típico con características masculinas tacklea a un jugador típico con características femeninas aumenta la magnitud de los factores de riesgo conocidos para lesiones en la cabeza entre un 20% y un 30%. En el caso de que las jugadoras más pequeñas estén expuestas a ese riesgo, o de que los oponentes sean jugadores masculinos más grandes, los factores de riesgo aumentan significativamente y pueden llegar a duplicarse en los extremos. La base para la regulación es el escenario típico, aunque la mitigación del riesgo debe tener en cuenta el potencial de los peores escenarios que puedan surgir. Ambos se consideran inaceptablemente altos, porque resultarían en una serie de situaciones de tackle que encontrándose actualmente por debajo del umbral requerido para causar lesiones aumentarían hasta superar ese umbral.

Por lo tanto, sobre la base de las diferencias biológicas entre hombres y mujeres, combinadas sin evidencias para eliminar sus implicaciones para la seguridad y el rendimiento, la regla es que las mujeres transgénero no deben competir en el rugby femenino.

Evaluación de las limitaciones de las investigaciones e implicaciones

Es sabido que los estudios publicados actualmente disponibles sobre la supresión de testosterona y los cambios fisiológicos (compilados y descriptos en Hilton y Lundberg, 2020 y revisados individualmente en el documento de política propuesto) se han realizado en mujeres transgénero no entrenadas. Esto invita a cuestionar la validez y generalización de los estudios a una población que practica deportes.

Ésta es una pregunta válida y se debe reconocer que una investigación es necesaria para abordar totalmente las preguntas que surgen de esta limitación. World Rugby está comprometido en apoyar propuestas de investigación de alta calidad en esta área siempre que se presenten como parte del programa de investigación de World Rugby.

Sin embargo, esta limitación también se puede evaluar dentro de la comprensión de las implicaciones fisiológicas de las personas entrenadas en comparación con las no entrenadas experimentando supresión de testosterona. La aplicación de conceptos provenientes de estudios complementarios lleva a la conclusión de que la investigación disponible es, de hecho, suficiente para arribar a conclusiones sólidas sobre la seguridad, el rendimiento y las ventajas retenidas y, por tanto, las limitaciones reconocidas no son suficientes para abstenerse de sacar conclusiones sobre las posibles implicaciones de la investigación transgénero para deportistas.

Al evaluar esta cuestión, se pueden formular dos preguntas principales:

  1. ¿Cómo afectaría el entrenamiento realizado durante el proceso de supresión de testosterona los cambios observados en la masa muscular y corporal magra, y las variables de fuerza, en comparación con los estudios realizados a personas que no realizan entrenamiento?
  2. ¿Cómo influiría el entrenamiento anterior a un período de supresión de testosterona?
    1. ¿Las medidas de referencia o previas a la supresión de la masa muscular y la fuerza en mujeres transgénero y, por lo tanto, las diferencias en estas variables comparadas con un grupo de referencia o control de mujeres biológicas (mujeres cisgénero)?
    2. ¿Cuál es el "punto final" probable para la masa corporal magra y muscular así como la fuerza después de la supresión de testosterona durante un período de al menos doce meses, una vez más comparadas con un grupo de referencia o de comparación de mujeres cisgénero?

Ambas preguntas pueden responderse con estudios complementarios de investigación. En la actualidad, existe evidencia de que:

  1. El entrenamiento durante la intervención para disminuir los niveles de testosterona puede reducir, eliminar e incluso revertir cualquier pérdida de masa muscular y corporal magra, volumen muscular y fuerza muscular. Esto está respaldado por las evidencias de varios modelos de estudio en los que los hombres biológicos reducen la testosterona hasta dentro del rango de las mujeres y pueden mantener o incluso aumentar estas variables fisiológicas a través del entrenamiento [46-48].

La implicación es que cualquier disminución del rendimiento como consecuencia de la privación de andrógenos se minimiza o elimina por lo que los estudios citados en apoyo de los Lineamientos de World Rugby, aunque fueron realizados a personas que no entrenaban, establecen la ventaja retenida mínima posible para las mujeres transgénero. Es decir, establecen que en ausencia de entrenamiento durante la supresión de testosterona se retiene una ventaja en comparación con las mujeres cisgénero. Esa ventaja es: o la misma, o probablemente aumente como resultado del entrenamiento.

  1. El entrenamiento antes de la intervención provocará un aumento de las variables de referencia de masa muscular y fuerza. Esto significa que las diferencias iniciales o de "pre- supresión" en estas variables en comparación con las mujeres biológicas serán mayores que en una mujer transgénero no Esto rebate la afirmación de que las mujeres transgénero son más débiles, menos musculosas y, por lo tanto, más similares a las mujeres biológicas en los valores de referencia, dentro de un contexto deportivo, ya que la mujer transgénero considerada por World Rugby tiene muchas más probabilidades de estar entrenada (o entrenará una vez que comience la transición, como se describió anteriormente).

Además, una vez que comienza el período de supresión de testosterona el grado en que disminuyen la masa muscular y la fuerza puede ser: o el mismo o relativamente mayor en las mujeres transgénero entrenadas como consecuencia de estos valores de referencia más altos. Incluso si la pérdida relativa de masa muscular y fuerza es mayor que en las mujeres transgénero no entrenadas es inconcebible e incluso fisiológicamente imposible, que una mujer transgénero atlética preentrenada vaya a perder tanta masa muscular y fuerza que termine en una punto en el que sea menos musculosa/delgada y más débil que una mujer transgénero teóricamente no entrenada (e inclusive 'con auto inanición').

Por lo tanto, si la investigación sobre mujeres transgénero no entrenadas establece que la ventaja retenida en masa muscular y fuerza corresponde a un valor del X por ciento, esta es la ventaja restante más pequeña posible para una mujer transgénero preentrenada. El efecto del entrenamiento solo puede ser aumentar este valor o lograr el mismo valor del X por ciento de ventaja retenida, pero no puede reducirlo más, a menos que se argumente que una mujer transgénero entrenada perderá tanta masa magra y fuerza que terminará más débil y menos musculosa que una persona totalmente no atlética.

Finalmente, es relevante que en los estudios que comparan hombres biológicos no entrenados y mujeres biológicas altamente entrenadas, los hombres retienen una ventaja a pesar del estado de entrenamiento de las mujeres biológicas. Por ejemplo, en un estudio sobre la fuerza de agarre, las mujeres más fuertes de elite atléticamente entrenadas en deportes en los que la fuerza de agarre es una ventaja en el rendimiento (judo y básquetbol) son solo tan fuertes como los hombres biológicos no entrenados en el percentil 58º con una diferencia de fuerza del 26% entre las típicas mujeres de élite y los típicos hombres no entrenados [49]. De manera similar, Morrow y Hosler (1981) descubrieron que los hombres en edad universitaria no entrenados eran más del doble de fuertes que las jugadoras de básquetbol y voleibol entrenadas en una tarea de press de banco, con el 5% de las mujeres más fuertes de las entrenadas igual en fuerza al 14% de los hombres más débiles de los no entrenados Esto determina que las mujeres biológicas pre-entrenadas pueden aumentar la fuerza más allá de la de las mujeres no entrenadas, pero todavía no se pueden comparar con los hombres biológicos no entrenados.

La implicación es también que, dado que incluso los hombres biológicos típicos no entrenados tienen una gran ventaja de fuerza en comparación con las mujeres de élite y entrenadas, los estudios que han documentado solo pequeñas reducciones en la fuerza y, por lo tanto, la persistencia de las ventajas de fuerza con la privación de andrógenos en hombres biológicos no entrenados (como en Kvorning y otros [46], Chen y otros [47] y en los estudios sobre mujeres transgénero citados en este documento) deben considerarse relevantes para establecer la ventaja retenida más pequeña posible que existiría en ausencia de entrenamiento. Como se describió anteriormente y en estudios en los que se realiza el entrenamiento mientras se suprime la testosterona [46-48], la ventaja solo seguirá siendo de esa medida o mayor.

Finalmente, también se reconoce que no todos los deportes se ven afectados de manera similar por las variables que hemos ponderado como cruciales para el rugby (tamaño, fuerza, velocidad, potencia). De hecho, en algunos deportes, el exceso de masa puede ser desventajoso y, por lo tanto, el modelo de ventaja retenida y riesgo persistente puede presentarse de manera diferente para diferentes actividades físicas.

En conclusión, habiendo reconocido esas limitaciones, World Rugby se compromete a apoyar las investigaciones que en el futuro puedan determinar que las diferencias biológicas entre aquellos a quienes la testosterona les confiere ventajas fisiológicas significativas y ventajas de rendimiento y aquellos a quienes no se las confiere sean lo suficientemente eliminadas para permitir la participación de mujeres transgénero en el rugby femenino. Sin embargo, actualmente, según las mejores evidencias científicas publicadas, esa posición no tiene respaldo.

Las investigaciones mencionadas utilizadas para respaldar esta posición se pueden ver aquí. 

Conclusión: testosterona, bienestar y rendimiento

Habiendo considerado toda la información disponible actualmente, el grupo de trabajo determinó que las mejores evidencias disponibles actualmente significan que aquellos que experimentaron los efectos biológicos de la testosterona durante la pubertad y la adolescencia no pueden competir de manera segura o equitativa en el rugby femenino. Eso significa que, actualmente, las mujeres transgénero no pueden competir en el rugby femenino.

World Rugby se compromete a alentar a las personas transgénero a seguir involucradas con el rugby y actualmente está financiando investigaciones para continuar revisando cualquier evidencia que pueda surgir para permitir la participación de mujeres transgénero en el rugby femenino. Los detalles de la investigación actualmente en curso, junto con los detalles de cómo solicitar fondos para investigaciones para aquellos que puedan estar interesados, están disponibles aquí.

¿Cómo me mantengo participando en el rugby si no puedo jugar más en la categoría que quiero?

World Rugby reconoce que la introducción de estos Lineamientos significará que algunos jugadores ya no podrán jugar en la categoría que desean. Es posible que eso cambie en el futuro y World Rugby está financiando investigaciones para tratar de averiguar si hay formas de permitirlo en forma segura y equitativa (consulte aquí los detalles). Mientras tanto, hay muchas otras formas de seguir participando en el rugby:

  • Otras formas del juego: Existen muchos formatos de Rugby sin contacto, como: Tag; Touch; Flag, , y todos tienen categorías abiertas.
  • Entrenar: Ser entrenador puede ser muy gratificante y puede brindar a los jugadores lecciones de vida, generar amor por el deporte y proporcionar un vehículo para mejorar que se puede World Rugby y sus Uniones miembro ofrecen varios cursos para entrenadores de niños, adolescentes y adultos. Todos los cursos están abiertos a cualquier participante.
  • Arbitraje: para muchas personas que no pueden jugar, el arbitraje es una alternativa viable para mantenerse cerca del World Rugby y sus Uniones miembro ofrecen varios cursos introductorios y en todas las Uniones hay programas de vía rápida para las personas talentosas.
  • Dirigencia: todos los clubes dependen de dirigentes voluntarios. A medida que las personas ingresan a las últimas etapas del modelo de participación a largo plazo, la dirigencia se convierte en una salida realista para muchos. Varias uniones tienen recursos de apoyo dedicados para las personas que desean seguir este camino para mantenerse

World Rugby está explorando actualmente la posibilidad de una "categoría abierta" de rugby en la que cualquier jugador podría jugar, independientemente de su identidad de género. World Rugby se ha comprometido a explorar esta opción con sus Uniones, Asociaciones, International Rugby Players y grupos defensores-trans, incluidos Gendered Intelligence e International Gay Rugby.

¿Qué pasa si tengo preocupaciones acerca de la seguridad o la equidad en relación con alguien con quién juego o contra quién juego?

Es importante tener en cuenta que muchas personas no siguen las normas o estereotipos culturales o locales relacionados con la expresión de la identidad de género. Todos los jugadores y las Uniones deben tener cuidado de considerar esto cuando planteen cualquier inquietud sobre otro jugador. En el caso de que un jugador o Unión tenga una preocupación genuina por la seguridad o la equidad en relación con otro jugador, la preocupación debe tratarse de la siguiente forma:

  1. La persona preocupada debe plantear sus inquietudes al Director Médico de su Unión (CMO).
  2. El CMO de la Unión debe considerar cuidadosamente las inquietudes planteadas en el contexto de todos los hechos conocidos y, si después de haberlo hecho, el CMO determina que las inquietudes no son frívolas o vejatorias el CMO debe comunicarse con el CMO de World Rugby estableciendo los motivos de las
  3. El CMO de World Rugby se comunicará con el CMO de la Unión del jugador sobre el cual se han planteado las inquietudes, asegurando la confidencialidad para el jugador y los compañeros de equipo y oponentes involucrados durante todo el tratamiento del asunto.
  4. El CMO de World Rugby y el CMO del jugador pertinente analizarán la situación y acordarán las acciones más apropiadas, según las circunstancias específicas.
  5. En algunas circunstancias, tales acciones apropiadas pueden incluir una recomendación de que se realice una evaluación endocrinológica estandarizada [Apéndice].
  6. Para que no haya dudas, ningún jugador debería o sería obligado a someterse a ninguna evaluación médica o de otro tipo. Es responsabilidad del jugador decidir si desea continuar con alguna evaluación. Sin embargo, debe tenerse en cuenta que la decisión de no participar en una evaluación, después de haber sido solicitado, puede tener consecuencias en términos de la elegibilidad del jugador para participar en la categoría de competición que sea consistente con su identidad de género. ya que puede no ser posible determinar si existen problemas de seguridad o equidad sin dicha evaluación.