Hay sólo cinco de ellos en el mundo, un grupo muy selecto que terminó como líder supremo tanto dentro como fuera de la cancha de rugby con la capacidad de motivación e inspiración de todo aquel que estuviera cerca suyo en el camino a la gloria.
Son, por supuesto, los capitanes ganadores de la Copa del Mundo de Rugby entre los cuales Martin Johnson podría decirse es el más grande líder de Inglaterra de todos los tiempos, siguiendo las pisadas de David Kirk de Nueva Zelanda, los australianos Nick Farr-Jones y John Eales y el sudafricano Francois Pienaar.
Johnson, que ya había gozado una serie de victorias con los British & Irish Lions siendo el único jugador que fue capitán en dos giras, inspiraba admiración en sus oponentes, compañeros de equipo y coaches, incluido el coach de Inglaterra en esos momentos, Sir Clive Woodward.
“Martin Johnson fue la clave de aquel equipo de Inglaterra y un fantástico ejemplo, y todos nosotros, jugadores y coaches, fuimos muy afortunados de haber compartido el tiempo en que él fue jugador”, dijo Woodward a Total Rugby.
Inglaterra con Woodward y Johnson viajó a la Copa del Mundo de Rugby 2003 calificado favorito al igual que Nueva Zelanda, habiendo ganado el Grand Slam en el Six Nations y batido a Australia y a los All Blacks en el hemisferio sur a principios de aquel verano.
“Había una enorme expectativa en el equipo y todos sentíamos la presión, porque de eso se trata”, expresó Johnson sobre un torneo que podía terminar en que él fuera el primer capitán del hemisferio norte en levantar la Copa Webb Ellis
Sin embargo no fue todo tan fácil para la Inglaterra de Johnson en la etapa de Zona, como recuerda esta torre segunda línea su pasaje por la Copa del Mundo de Rugby 2003 que los llevó a cruzar toda Australia de Perth a Melbourne, a Brisbane, a Sydney.
“Teníamos el partido contra Sudáfrica que se llevaba toda la presión porque el triunfador podía convertirse en el ganador del grupo y obtener una mejor clasificación para cuartos de final. Perder significaba que probablemente nos tendríamos que enfrentar a los All Blacks en cuartos de final”, recuerda Johnson.
“Cuando faltaban 15 o 20 minutos para el final marcamos el try que hizo la diferencia y después realmente los superamos, y entonces Jonny [Wilkinson] metió un par de drop goals y nos alejamos de Sudáfrica.
“Se podía ver el viento soplar las velas y sabíamos que lo habíamos ganado”.
Inglaterra marcó casi 200 puntos en las victorias contra Georgia y Uruguay en su primero y último partido respectivamente de la Zona C, pero fue su penúltimo partido contra Samoa en Melbourne el que resultó la verdadera prueba para los hombres de Johnson.
“Creo que fue un castigo para nosotros. Terminamos ese partido bastante molestos con nosotros mismos por el modo en que jugamos, por la manera que los dejamos que nos dominaran durante los primeros 20 a 25 minutos y siendo criticados en todos lados por el modo en que jugamos, realmente nos levantó para todo el resto del torneo”, admitió Johnson, cuyo equipo finalmente triunfó 35-22.
Habían superado la primera valla terminando al tope de la Zona, asegurándose un cuarto de final contra el viejo rival, Gales en Brisbane, donde una vez más Inglaterra se vio empujada a la puerta de salida de la Copa del Mundo después de los tempraneros tries de Colin Charvis y Stephen Jones.
“Habíamos llegado a los cuartos de final y otra vez volvimos a jugar mal durante 40 minutos y Gales probablemente era mejor equipo que lo que nosotros pensábamos. De pronto estábamos 10-3 abajo el final del primer tiempo en cuartos de final de la Copa del Mundo y nuevamente, presenciando la que podría haber sido la más horrible derrota de tu vida”.
Unas pocas palabras de Johnson durante el entretiempo y un cambio de paso de Jason Robinson a principios del segundo tiempo resultaron decisivos para que Inglaterra se convirtiera en el primer equipo en dar vuelta un resultado y terminar ganando en cuartos de final de Copa del Mundo, 28-17.
“Jason enseguida en el segundo tiempo perforó y dejó solo a Will [Greenwood] en la bandera. Jonny pateó y, es sorprendente, 10-3 sonaba como que estábamos atrás pero de golpe estamos 10 a 10, todo lo que Gales había hecho se había perdido y habíamos empezado de nuevo”.
Gales puede haber sido superado, pero eso simplemente marcó a Johnson y cia. contra Francia, equipo que al igual que Inglaterra, tenía su mirada puesta en obtener la primera Copa del Mundo habiendo sufrido una o dos desilusiones en finales anteriores.
“Después de ser el equipo número 1 del mundo y los favoritos, al llegar a semifinales éramos definitivamente menos candidatos y los muchachos franceses tenían algo que decir, y sus jugadores y coaches contribuyeron a eso. Ellos estaban obviamente bastante confiados de lo que iban a hacer. Era un gran riesgo para nosotros, entramos con una gran determinación”.
Inglaterra produjo su mejor desempeño en el torneo hasta ese momento, en las húmedas y difíciles condiciones de Sydney, todo gracias al enorme esfuerzo de Johnson y sus compañeros forwards… y al confiable botín de Jonny Wilkinson.
“Nuestra primera línea estaba obteniendo una pequeña ventaja en el scrum, nuestro maul estaba funcionando, nuestro hombres llevaban la pelota hacia adelante y a medida que el partido se desarrollaba, empleando estas tácticas, realmente los superamos”, recordó Johnson.
“Jonny convirtió un drop acá y otro allá, pateamos todos los penales. Cada vez que hacíamos eso era como darles otro empujón hacia el abismo y podías sentir como se iban desinflando cada vez más”.
Y así llegamos a la final de la Copa del Mundo contra el país anfitrión, un encuentro intenso que se definió favorablemente en los últimos segundos del tiempo suplementario con esa dramática definición que quedará por siempre en la orgullosa historia del torneo.
El botín de Wilkinson puede haber sido el ganador del partido, pero para el ahora retirado centro Will Greenwood, Inglaterra no hubiera alcanzado esa posición de no ser por su inspirador capitán.
“Yo me siento honrado y privilegiado por haber podido jugar con Martin Johnson, y en mi mente siempre me sentiré un simple soldado de su equipo. Eso es lo que éramos, él era el talismán”, le dijo Greenwood a Total Rugby.
Wilkinson se hace eco de ese sentimiento, cuando dice: “Cuando caminábamos podías ver el efecto que tenía en su gente, los hacía sentir más grandes y seguros, y se puede decir que tenía el efecto opuesto en los otros, los jugadores oponentes.
“Sus hombros adelante y sus cabezas abajo. Era algo que el tenía, el modo en que hablaba y cómo era… no se, puede ser que no aparezcan tan seguido”.
Pocos aficionados ingleses probablemente estén en desacuerdo con su héroe del 22 de noviembre de 2003.